HOMILIA LUIS ANTONIO G. CARDINAL TAGLE - XVII Jornadas de Teología de la Caridad en Compostela

Homilía, Segundo Domingo de Pascua, Domingo de la Divina Misericordia23 de Abril de 2017, Santiago de Compostela, EspañaHechos de los Apostóles 2:42-47; Pedro 1:3-9; Juan 20:19-31+ Luis Antonio G. Cardinal Tagle 4

Hoy es el Segundo Domingo de Pascua, el Domingo en la Octava de Pascua. El Santo Papa Juan Pablo II (segundo) lo denominó Domingo de la Divina Misericordia. Mediante el Señor Resucitado, la misericordia del Señor triunfó sobre la crueldad, la compasión de Dios triunfó sobre la injuria. Sólo mediante la Piedad Divina encontraría el mundo curación y paz. La injusticia, la discriminación y la violencia son el efecto de la falta de misericordia. Sólo la misericordia puede derrotarlos. Este tiempo nuestro necesita más “misioneros de misericordia”. El Evangelio nos dice que el Señor Resucitado transformó a sus temerosos discípulos en agentes del perdón.

Primero, el Señor Resucitado mostró a sus discípulos las heridas de sus manos y de su costado. Él incluso le dijo a Tomás que tocara sus manos y que pusiera su mano en su costado lanceado. Sólo después de hacerlo pudo Tomás manifestar:

“¡Mi Señor y mi Dios!”Mirar las heridas de Jesús y tocarlas es una etapa necesaria en la fe y la transformación. Monseñor Tomas Halik dijo que aquellos que no ven ni tocan las heridas de Jesús no tienen derecho a decir ‘Mi Señor y mi Dios’.La Resurrección no borra las heridas pero les da un nuevo significado y un nuevo poder. Las heridas que permanecen en el cuerpo glorificado del Señor Resucitado nos recuerdan su misericordia y su comunión con los pecadores, con los recaudadores de impuestos, con los pobres, con las mujeres marginadas y con los enfermos. Él fue herido con insultos, falsa acusación y muerte porque era misericordioso con los mugrientos y los parias. Esta es la ironía de las ironías: el más piadoso fue tratado sin piedad alguna.

¡Pero su Resurrección reivindica la Piedad!Sus heridas sirven también para que sus discípulos recuerden que lo traicionaron y lo abandonaron. El Señor Resucitado no busca venganza. Mostrando sus heridas, invita a los discípulos a recordar, a arrepentirse y a tener el coraje de estar junto a aquellos que son tratados en este mundo de manera inmisericorde. Es esta una importante etapa en la restauración de la piedad en el mundo: ver y tocar las heridas de Jesús Resucitado en personas heridas y en una creación herida.

En segundo lugar, en los Hechos de los Apóstoles se describe cómo las primeras comunidades cristianas se reunían alrededor de los discípulos después de la Resurrección.

Se hicieron sensibles a las heridas o las necesidades de sus hermanos y hermanas. No cerraron sus ojos ni tuvieron un corazón indiferente ante el prójimo que sangraba de pobreza. La primera lectura nos dice que vendieron sus propiedades y sus bienes y las distribuyeron entre los pobres. Tuvieron la voluntad de herirse a través del abandono de sí mismos para que las heridas de los hermanos necesitados se curaran.

Su vida comunal de rezos y de panes compartidos se hizo plena mediante sus actos de piedad y compasión. Cuánto nos gustaría que este estilo de vida misericordioso se extendiera en esta época.

El gozo de la Resurrección no aísla de la búsqueda continua de un mundo más justo, amoroso y misericordioso. No vemos y tocamos las heridas de los seres humanos y de la creación para estar enfadados o amargados. Por el contrario, llevamos el gozo y la esperanza de la Pascua: Jesús herido y crucificado ha resucitado. Él es nuestro compasivo y piadoso Sumo Sacerdote. Conoce nuestra heridas y nos ha hecho miembros de su cuerpo.

A través de nuestra respuesta misericordiosa a los heridos, a los hambrientos, a los sedientos, a los que carecen de ropa, a los sin techo y a los prisioneros, ¡esperamos entrar en la Pascua Eterna dentro de la casa de nuestro Padre Misericordioso! Amén.